Los paisajes de Silvia Viñao abren temporada en El Hispano

Al echar un vistazo al interior del restaurante Hispano, el blancor de los manteles destaca sobre la madera que reviste en curva la pared y el techo, y junto a los tonos oscuros de suelo y sillas aparecen también otros colores; pinceladas de óleo y acuarela que, a lo largo de la Pared del Arte, ponen en la sala amarillos, naranjas, rojos, violetas e intensos azules que se reflejan en el espejo del fondo, y que retratan la inmensidad de cerros, cielos y montañas.

Son los paisajes de Silvia Viñao; una muestra de trece obras que, inaugurada el pasado 7 de septiembre, abre la temporada de Un Pintor a la Mesa de este curso. El ciclo pictórico, iniciado por Pedro Cano hace ya al menos cuatro años, adereza la gastronomía servida en el Hispano con obras de artistas murcianos que se relevan cada trimestre, al ritmo de las estaciones, para vestir las paredes de la sala.

En esta ocasión, la colección de Silvia Viñao muestra obras que ya han sido expuestas en salas de prestigio, como la Fundación Cajamurcia en Madrid, la Fundación Pedro Cano o el Museo de la Universidad de Alicante, y que reunidas en esta exposición, pueden verse por primera vez en Murcia. Para la artista, esas salas han albergado muchas de sus mejores obras. “Todo eso quería traerlo a Murcia”, cuenta Silvia Viñao, sentada frente a una de las mesas altas de la sala contigua, donde también hay cuadros que forman parte de la exposición. “Estaba esperando la ocasión, y éste era el momento, porque además el lugar lo merece. Es un ciclo de mucha solera”, dice con rotundidad cuando habla de Un Pintor a la Mesa.

La exposición, comisariada por Miguel Ángel Caparrós y Mar Buendía, no ha dejado nada al azar. Con un cuidado montaje, está compuesta por obras que abarcan del año 2009 al 2015; cuadros distintos, procedentes de diversas exposiciones e integrados en una única colección gracias a una premeditada unidad temática, que para Silvia Viñao era esencial. “Yo buscaba que esta exposición tuviera una unidad”, recalca la artista; y efectivamente la tiene, porque “hay un tema, que es el paisaje, y una manera de entender el paisaje” que lleva a la artista a representar la naturaleza en su pintura desde una perspectiva muy concreta: la estética y filosofía taoísta.

Silvia Viñao entró en contacto con el pensamiento taoísta a través de clases de taichí, y le fascinó; sobre todo cuando supo que, dentro del Tao, aparece el concepto de la comunión del ser humano con la naturaleza. “Eso es algo que ya me gustó bastante”, cuenta con entusiasmo, “pero es que luego encima descubrí que la estética taoísta tenía una influencia en la pintura china, y ahí fue cuando me atrapó el tema”. Decidió hacer su tesis doctoral sobre ese tema, la influencia del taoísmo sobre la pintura china, y a raíz de sus investigaciones, se adentró en un mundo fascinante.

Como consecuencia, ese concepto del Tao se ha ido reflejando en sus paisajes de forma prácticamente instintiva. “Yo leía conceptos de la estética taoísta, y es que coincidían con otros que yo ya tenía sobre la pintura, sobre la naturaleza”, cuenta Silvia Viñao. Al leer las impresiones de pintores afines  a esta corriente, se vio muy identificada. “Y claro, cuando empiezan a ocurrirte esas cosas, ya ves que es tu camino”, sonríe.

En los cuadros del Hispano, Silvia Viñao ha representado, desde esa perspectiva, la emoción que causan las fuerzas de la naturaleza; una emoción que, para la artista, puede expresarse gracias al dominio de la técnica y, ante todo, a haberla vivido en el propio paisaje. Silvia Viñao, que practica senderismo desde siempre, ha recorrido los Picos de Europa, los Pirineos y parajes del sur de Francia, donde ha podido entrar en contacto directo con la naturaleza. “De Murcia yo creo que he recorrido todas las sierras”, dice riendo; “el Norte de España me lo he recorrido bastante, y las costas también son muy bonitas”.

La relación entre la naturaleza y el Tao presente en la obra de Silvia Viñao queda recogida en el texto de Soren Peñalver, Acaso eternidad, que aparece en el díptico de la exposición. “Yo quería que me escribiera el texto porque él trabajó conmigo en el libro de La corriente del Tao”, un cuidado libro que, explica la autora, es la consecuencia plástica de su tesis y de su trabajo artístico. Silvia Viñao lo coordinó e ilustró con acuarelas, y Soren Peñalver lo acompañó con 20 poemas, además de un texto, escritos para la ocasión. “La corriente del Tao”, escribe el poeta, “el hermoso libro de la artista e investigadora orientalita, arrastra con sus torrentes de colores, entre milenarios versos y algunos contemporáneos (…) las vidas enigmáticas, cotidianas y míticas, de los hombres que fueron y los que lo serán”.

En el díptico, al texto de Soren Peñalver le precede una breve presentación a cargo de la comisaria, Mar Buendía, que escribe: “Sus acuarelas rebosan experiencias, viajes, pensamientos, y contrastan con la fuerza de sus óleos que nos acercan, casi sin pensarlo, a ese caminante que se pierde entre sus colores”; un caminante que aparece claramente  en Caminando sobre tierras áridas, el cuadro que acompaña a los textos en el díptico. En él, al pie de una imponente montaña, bajo un cielo de intensos tonos rojizos, se aprecia una pequeña figura que camina.

Y es que, cuando se le pregunta qué retrata en su pintura, la artista explica que “los paisajes representan la grandiosidad de la naturaleza frente al ser humano, que se representa en una figura pequeñita”. Esta figura está presente en casi todos los cuadros de la exposición, y quienes acudan a verla la pueden buscar; aunque en ocasiones es tan pequeña solo el buen observador podrá dar con ella.

Así ocurre en el primer cuadro que recibe a los visitantes y comensales que entran en la sala: un tríptico de más de dos metros de ancho que, bajo el título de Caminando hacia el cerro, llega a Murcia desde el Museo de la Universidad de Alicante. El óleo contrapone al caminante, en la parte inferior derecha, al enorme cerro que se alza frente a él. “He representado las formas más abruptas de la naturaleza, las rocas escarpadas de los cerros”, dice Silvia Viñao, señalando los tonos azules, verdes y ocres rojizos utilizados para pintar el cuadro, para luego señalar los intensos amarillos del cielo: “Los colores del cielo representan esa luz, esa alegría que dan los espacios abiertos y el caminar en la naturaleza. El amarillo es lo que da luz al cuadro”, explica, y añade: “es una gama de colores que da una cierta serenidad al cuadro, a la vez que vitalidad”.

 

Porque si hay algo que los paisajes de Silvia Viñao tienen en común, además del caminante, es el intenso color. “El color es el mejor transmisor de la emoción”, explica la artista cuando se le pregunta por esos vivos tonos de naranjas, de rojos, de azules. “El arte es la capacidad que tenemos los seres humanos de dar forma a las emociones. Es algo casi mágico; y el color, hoy por hoy, es lo que mejor transmite emociones de forma más visceral, más abstracta, menos precisa” Y es que Silvia Viñao no pretende transmitir en sus cuadros emociones de forma literal. Ella prefiere sugerir, y que sea el espectador quien, con su mirada, interprete y complete la obra. Por eso el espectador puede ver el amarillo del cielo del tríptico primero, y los intensos colores de las tres acuarelas que cierran la exposición al fondo, junto al espejo; porque son cuadros que, ante todo, expresan.

Para ello, Silvia Viñao ha utilizado el óleo y la acuarela, aunque trabaja todo tipo de técnicas. En otras exposiciones, muestra obras que son collages cosidos: cuadros hechos a base de tela y de lanas en una técnica original y muy laboriosa. “Me gusta investigar y aprovechar la creatividad que me den las técnicas pictóricas, porque la creatividad es así, tienes que buscar nuevas fórmulas”, dice la artista. En el Hispano, las miradas más atentas podrán encontrar una pista de la versatilidad técnica de la autora: el collage de papel sobre tabla, y luego óleo, presente en el rojo de Contemplación, cuadro común a las dos salas del restaurante.

“Yo lo que sí pediría es que la gente se tome su tiempo”, dice Silvia Viñao. “Es un lujo poder venir aquí a un restaurante como éste, con una comida tan elaborada, tan exquisita, y al mismo tiempo estar contemplando  obras de arte. Unir arte y gastronomía es unir los sentidos”, reflexiona. Estamos acostumbrados a las prisas, a no detenernos a mirar. Y los cuadros de Silvia Viñao, que estarán en las paredes del Hispano este otoño, invitan precisamente a eso: a detenerse, mirar la obra, y disfrutarla.

Redactora y editora de El Visitante.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *